Publicado en Frankfurter Rundschau
20 de febrero de 2025
Por Ulrich Brand, Gundula Ludwig, Birgit Sauer
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El jueves 30 de enero, el presidente de la CDU (democracia cristiana), Friedrich Merz, impulsó un paso trascendental, consiguiendo que, por primera vez, una moción en el Bundestag (Parlamento alemán) fuera aprobada con los votos del ultraderechista partido AfD (Alternativa para Alemania) y de la CDU. Se trata de un plan de cinco puntos, que la CDU quiere aplicar directamente mediante una ley de urgencia tras la potencial elección de un canciller Merz, para permitir el endurecimiento de las leyes de asilo que violan en gran medida los Derechos Humanos.
Merz y todos los que votaron a favor de la resolución jurídicamente no vinculante están conscientes que casi todas las propuestas violan la legislación de la Unión Europea (UE). Con esta decisión la CDU y CSU (socialcristianismo bávaro) creen haber encontrado su lema de campaña electoral: “¡Cierren las fronteras, extranjeros fuera!”. Para ello, se han aliado con la AfD. Este es un paso más en el Bundestag para adoptar, por lo pronto, en su discurso, posiciones de la AfD.
Al asumir posturas de extrema derecha, ningún partido conservador ha conseguido afinar su propio perfil. Más bien tiende a normalizar las concepciones ultraderechistas de la política, la sociedad y la convivencia. Una situación preocupante, pues, en las encuestas para las elecciones federales en Alemania el próximo domingo 23 de febrero la AfD sigue con 20 por cientos de los votos.
En Austria, podemos ver como en un espejo lo que podría suceder en Alemania en el futuro inmediato. Desde el primer gobierno entre el conservador Partido Popular Austriaco (ÖVP) y el ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), hace 25 años, hasta la fecha, no había habido temor de acercamiento para formar nuevamente gobierno entre los dos partidos. Sin embargo, el miércoles pasado, el ÖVP estaba a punto de permitir, por primera vez, inclusive un canciller de extrema derecha. Afortunadamente, las negociaciones para un nuevo gobierno fracasaron por una falta grave del líder del FPÖ, al acceptar compromisos, que eran el resultado de estar – como de dice en estos días en Austria – “ebrios por el poder”.
Al finalizar enero, fechas en las que se conmemoran las víctimas del Holocausto y la liberación del campo de concentración de Auschwitz, justo hace 80 años, esta familiarización entre lo autoritario y antidemocrático en Alemania y Austria, impactó de forma inquietante. Como recordó Eva Szepesi, superviviente de Auschwitz, en el telediario ZIB-1 el 27 de enero de 2025, la Shoah -el Holocausto- “no empezó con Auschwitz (...), sino con las palabras, el silencio, la sociedad que mira hacia otro lado”.
El ascenso del nacionalsocialismo con su política de exterminio no puede equipararse a la situación política actual. Pero existe un paralelismo. Actualmente estamos experimentando un proceso de acostumbramiento al autoritarismo misántropo, con la falta de empatía con las personas necesitadas de ayuda, a lo que se suma la naturalización y banalización del odio y la violencia. Esto puede desembocar en el fascismo.
Esta familiarización es evidente cada día en el estrepitoso silencio durante las recientes negociaciones de la coalición: apenas hay indignación por el hecho de que el ultraderechista FPÖ no sea un partido como los demás. Lleva ideas y políticas de extrema derecha en sus genes y se nutre de sus vínculos con medios de extrema derecha o las fraternidades ultra nacionalistas de Alemania.
Las tensiones políticas en contra de la ultraderecha se disparan estos días en Alemania, mientras que en Austria ya ni siquiera se menciona el carácter de extrema derecha del FPÖ. El FPÖ va todavía por delante de la AfD en este dudoso éxito. Especialmente desde que el populista Sebastian Kurz asumió la presidencia del ÖVP en mayo de 2017, este partido ha estado promoviendo las “definiciones de problemas” tomadas del FPÖ, adoptando posiciones contra los migrantes y los solicitantes de asilo, así como alentando ataques contra el Estado de derecho y los medios de comunicación convencionales. Mientras que el discurso político oficial en Alemania se refiere a “en parte ultraderechista AfD”, en Austria el FPÖ es visto simplemente como “el Partido de la Libertad”; un término sorprendente porque la FPÖ quiere prohibir muchas libertades.
El actual líder del conservador ÖVP, Christian Stocker, respondió a la pregunta de si la proximidad del FPÖ con los Identitarios (un grupo neo-facista influyente a los que el líder del FPÖ califica de “ONG”) no es un problema para una posible cooperación gubernamental, afirmando que él no es la “niñera” del FPÖ y que no es responsable de su política de personal. Stocker y el ÖVP reforzaron así un mecanismo central de la normalización de los regímenes autoritarios y de derechas: Mirar hacia otro lado y no nombrar lo obvio. La retórica del presidente de la poderosa Federación Austriaca de Industriales, Georg Knill, que difama el programa económico del partido socialdemócrata SPÖ como una “catástrofe” y al nuevo líder progresista del SPÖ, Andreas Babler que toma en serio medidas de aumentar los impuestos para los ricos, como un “tío de cuento de hadas”, conlleva un efecto similar. Knill no tiene ninguna intención de alertar contra un partido que está a favor de las deportaciones de migrantes, a favor de una “Fortaleza Austria” (sinónimo de cerrar las fronteras) y a favor de “listas de buscados” para identificar a los adversarios políticos. Al contrario, Knill encabeza una de las fuerzas que ha hecho campaña enérgicamente a favor de un gobierno FPÖ-ÖVP y está muy frustrado porque las negociaciones fracasaron.
La familiarización con las políticas de extrema derecha también se ve impulsada por una inversión de términos: lo “retro” ante la opinión pública no es la opinión de Kickl, líder del FPÖ, de que “la ley debe seguir a la política” (o sea, pensar en cambios anti-democráticos de la constitución austriaca), el ataque a los Derechos Humanos y la protección de las minorías o la negación de la catástrofe climática. Las exigencias de justicia social del socialdemócrata Andreas Babler, por ejemplo, para que los pobres no contribuyan a cubrir el déficit presupuestario del mismo modo que los ricos, se consideran “retro”.
La intensificación del discurso de derechas contribuye a la normalización de una forma de entender la política que no ve su tarea en la resolución de los retos sociales, sino que, se nutre en el pánico emocional ante cuestiones a las que se les presenta como la causa de los problemas: migración, feminismo, diversidad sexual y, en general, la conocida como “cultura woke”. Un asunto preocupante.
La catástrofe climática y los graves problemas sociales que le acompañan, no se solucionará prohibiendo el lenguaje inclusivo. Los tiempos de espera para las citas médicas no se acortarán aumentando las cuotas de deportación. La recesión no se acabará con un centro de quejas para supuestos “profesores de izquierdas”.
Con motivo del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, la testigo contemporánea Erika Freeman dijo que imposible significa “todavía no”. En Austria, hasta hace pocos días había el peligro que un gobierno FPÖ-ÖVP complete la transición a una democracia iliberal, con todas las consecuencias: desmantelamiento del Estado de derecho, recortes sociopolíticos, reorganización del panorama mediático y científico, destrucción de la política climática y un drástico aumento del racismo, el antisemitismo, la misoginia y la hostilidad queer y trans.
Sin embargo, existe la posibilidad de instalar un gobierno al margen del ultra derechista FPÖ. Para separar lo “imposible” de lo “posible”, es necesaria una amplia movilización de las fuerzas democráticas. Hay que pronunciarse alto y claro en contra de acostumbrarse a lo antidemocrático y a las políticas de división y odio, para promover políticas sociales, sostenibles y democráticas para muchos.
* Ulrich Brand, catedrático del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Viena. Birgit Sauer, hasta 2022 catedrática de la Universidad de Viena. Gundula Ludwig, profesora del Centro de Estudios Interdisciplinarios de Género de la Universidad de Innsbruck.
Nota: este artículo fue traducido y editado a partir del siguiente artículo: https://www.fr.de/politik/warum-oesterreich-nicht-die-deutsche-zukunft-sein-kann-93551504.html
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