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El EZLN y las elecciones en México

7 de junio de 2024

Mitin asamblea Marichuy Guadalupe Tepeyac, Chiapas


Los desencuentros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional con el poder político en México han sido constantes. Desde el levantamiento de 1994 la posición del zapatismo frente a las elecciones ha tenido tres momentos clave.


Se acercan nuevamente elecciones presidenciales en México y como cada sexenio, más de uno empieza a cuestionar al Zapatismo por su supuesta “postura” frente al proceso electoral. Pero, ¿cuál es la posición histórica del Zapatismo frente a las elecciones? Retomamos tres momentos clave para acercarnos a la postura de las comunidades.


1994, elecciones y levantamiento


1994 era año electoral. Terminaba el sexenio de Carlos Salinas que había llegado a la presidencia de México después de una controvertida elección presidencial en 1988, en la que el fraude electoral fue clave para el triunfo del PRI (Partido Revolucionario Institucional), con casi 70 años en el poder, y se tenía previsto que, al final del año, empezara el sexenio de Luis Donaldo Colosio, a quién el mismo Salinas había designado como sucesor. En Chiapas también habría elecciones a gobernador; Eltmar Setzer estaba al frente de la entidad en sustitución de Patrocinio González Garrido, miembro de la élite política chiapaneca que justo un año antes, había sido llamado por Salinas para formar parte de su gobierno como secretario de Gobernación.


La irrupción del movimiento armado zapatista movió, y mucho, el terreno. Desde el primer momento, y ahí están las crónicas y entrevistas de los periodistas en los primeros días de enero, los zapatistas dejaron claro que el gobierno de Salinas era ilegítimo y que se necesitaban unas elecciones legítimas, en las que se pudiera elegir entre las diferentes opciones, con libertad e igualdad de oportunidades para todas y con base en una ley electoral que no estuviera hecha al antojo de quienes detentaban el poder. Para ello, decían, era necesario que las Cámaras de Diputados y de Senadores, desconocieran al Poder Ejecutivo y al gabinete en pleno y se formara un gobierno de transición y sobre esa base se convocarán nuevas elecciones.


Las respuestas que dio el gobierno a las demandas zapatistas fueron rechazadas por las bases: eran simples lavados de cara y no había ninguna garantía de que se fueran a llevar a cabo las profundas remodelaciones necesarias.


Cuando tras apenas doce días de guerra, zapatistas y gobierno se sentaron frente a frente en los Diálogos de la Catedral, en San Cristóbal de las Casas, entre las 34 demandas que presentó el EZLN, estaban las de elecciones libres y democráticas, la renuncia del titular del ejecutivo federal y la formación de un gobierno de transición mediante unas elecciones vigiladas por la ciudadanía. Las respuestas que dio el gobierno a las demandas fueron consultadas, una vez finalizado el diálogo, con las bases zapatistas y estas las rechazaron: eran simples lavados de cara y no había ninguna garantía de que se fueran a llevar a cabo las profundas remodelaciones necesarias. Y los zapatistas convocaron a la sociedad civil a una Convención Nacional Democrática para discutir el rumbo hacia el futuro, que se celebró en territorio zapatista a primeros del mes de agosto de 1994. Para entonces, en el convulso año mexicano, el aspirante a presidente de la nación, Colosio, había sido asesinado, y Ernesto Zedillo había tomado el relevo.


A finales de agosto estaban convocadas, tanto las elecciones a presidente de México, como las de gobernador de Chiapas, y para este puesto, como candidato de la sociedad civil y con el apoyo de los zapatistas, se presentó Amado Avendaño, abogado y periodista, director de un modesto periódico en San Cristóbal de las Casas llamado “Tiempo”, donde por primera vez se había publicado la I Declaración de la Selva Lacandona. Su propuesta era, siguiendo los lineamientos zapatistas, instalar en la entidad un gobierno de transición, convocar a un Congreso Constituyente que elaborara una nueva Constitución Política para Chiapas y, una vez aprobada y promulgada ésta, convocar elecciones en igualdad de oportunidades para partidos políticos, organizaciones sociales y ciudadanos en general.


La candidatura de Avendaño, que tuvo que presentarse bajo las siglas del PRD (Partido de la Revolución Democrática) por imposición legal, despertó gran entusiasmo entre la sociedad civil chiapaneca; tanto, que los poderes del Estado empezaron a temerle lo suficiente como para intentar asesinarlo: a poco menos de un mes de las elecciones, y mientras estaba de viaje en campaña, su coche fue embestido por un tráiler sin matrícula; fallecieron tres de sus colaboradores y él quedó herido de gravedad, aunque finalmente, salvó la vida. Aún sin él presente, la campaña electoral siguió su curso y en las elecciones, con afluencia masiva en las urnas, incluida la zona zapatista, Amado Avendaño ganó por el doble de votos que el candidato del PRI. El partido oficial había intentado por todos los medios que esto no pasara, con el “accidente”, y con las numerosas irregularidades que se presentaron en las mesas de votación, y como aún así no lo logró, el Congreso del Estado, que era quién debía ratificar la elección, dio como ganador a Eduardo Robledo Rincón, candidato del PRI.


En un comunicado emitido por el CCRI-CG del EZLN, en diciembre de 1994, los zapatistas desconocían al candidato del PRI, y reconocían a Avendaño como gobernador de Chiapas.


El 8 de diciembre de 1994, al tiempo que Robledo Rincón se hacía cargo de la gubernatura de Chiapas, Amado Avendaño tomó posesión como Gobernador de Transición en Rebeldía en la Plaza Central de Tuxtla Gutiérrez, la capital del Estado. En un comunicado emitido por el CCRI-CG del EZLN dos días antes, los zapatistas desconocían al candidato del PRI, y reconocían a Avendaño como gobernador constitucional de Chiapas a quién invitaban a encabezar el gobierno popular en rebeldía en el estado.


Cerrada la opción democrática por la vía electoral, los zapatistas se mantuvieron al margen de esos procesos; las siguientes elecciones fueron las municipales de octubre de 1995 y en ellas, los zapatistas y numerosas organizaciones de la sociedad civil, sobre todo indígenas, no votaron, pendientes de lo que ocurriría en el siguiente intento de diálogo con el Estado, la Primera Mesa de Diálogo de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena, que iniciaría pocos días después y que terminó con la firma de los Acuerdos de San Andrés, que el gobierno de México, encabezado por Ernesto Zedillo, se negó a cumplir a pesar de haberlos firmado, y así siguen hasta la fecha. A partir de ahí, los zapatistas se centraron en construir su autonomía y su autogobierno.


La otra campaña


Terminado el sexenio zedillista, el PRI perdió el gobierno del país y comenzó la etapa de Vicente Fox. Los zapatistas cruzaron el país en el año 2001, con la “Marcha del Color de la Tierra”; su esperanza era que, ahora sí, se cumplieran los Acuerdos de San Andrés; sin embargo, la clase política los traicionó y aprobaron una ley que no cumplía con lo pactado. Los zapatistas rompieron todo tipo de contacto con los partidos políticos, consolidaron los Municipios Autónomos y crearon las Juntas de Buen Gobierno y los Caracoles en el 2003.


Con el final del mandato de Fox, el 2 de julio de 2006, se enfrentaron en las urnas Felipe Calderón, por el Partido Acción Nacional (PAN), y Andrés Manuel López Obrador, por Coalición Por el Bien de Todos, compuesta por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), Partido del Trabajo (PT) y Convergencia, resultado ganador el primero con tan solo un 0.56% de votos.


Los zapatistas cruzaron el país en el año 2001, con la “Marcha del Color de la Tierra”; su esperanza era que, ahora sí, se cumplieran los Acuerdos de San Andrés, sin embargo, la clase política los traicionó


Terminado el sexenio zedillista, el PRI perdió el gobierno del país y comenzó la etapa de Vicente Fox. Los zapatistas cruzaron el país en el año 2001, con la “Marcha del Color de la Tierra”, su esperanza era que, ahora sí, se cumplieran los Acuerdos de San Andrés, sin embargo, la clase política los traicionó y aprobaron una ley que no cumplía con lo pactado. Los zapatistas rompieron todo tipo de contacto con los partidos políticos, consolidaron los Municipios Autónomos y crearon las Juntas de Buen Gobierno y los Caracoles en el 2003.


Con el final del mandato de Fox, el 2 de julio de 2006, se enfrentaron en las urnas Felipe Calderón, por el Partido Acción Nacional (PAN), y Andrés Manuel López Obrador, por Coalición Por el Bien de Todos, compuesta por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), Partido del Trabajo (PT) y Convergencia, resultado ganador el primero con tan solo una diferencia de 0.56% de votos.


Pero un año antes, en junio de 2005, el EZLN dio a conocer la Sexta Declaración de la Selva Lacandona anunciando que irían “a caminar por todo el país, por las ruinas que ha dejado la guerra neoliberal y por las resistencias que, atrincheradas, en él florecen”. Su idea era encontrarse y propiciar el encuentro entre quienes quisieran organizarse, luchar por la democracia, la libertad y la justicia, para construir otra política, un programa de lucha nacional y de izquierda y una nueva constitución. Es “La Otra Campaña”, en la que, primero el Delegado Zero (el Subcomandante Marcos) y luego varios Comandantes y Comandantas, recorrieron el país durante los años 2006 y 2007, antes y después de las elecciones.


Aunque muchos dijeron que los zapatistas estaban llamando a la abstención, “traicionando” al movimiento electoral de López Obrador, eso no fue así: el mensaje no fue “absténgase”, sino “organícense”Aunque muchos dijeron que los zapatistas estaban llamando a la abstención, “traicionando” al movimiento electoral de López Obrador, eso no fue así: en múltiples ocasiones, a lo largo de su recorrido, el mensaje no fue “absténgase”, sino “organícense”:


“Nosotros les decimos claramente: Cuando llegue el día que tienen que votar, voten por el que quieran. Nosotros no les decimos que no van a votar. Lo que les decimos es que la solución no está allá arriba. Allá arriba están los partidos políticos y ya los vimos una y otra vez, que no hay solución. Lo que tenemos que hacer es organizarnos como pueblos. En ningún lado estamos llegando a decir: “Dejen sus organizaciones y métanse a un partido político”. En ningún lado estamos diciendo: “Dejen su lucha y hagan otra lucha”. Al revés les estamos diciendo: “No dejen caer su organización. No importa de qué tamaño es; manténganla firme, resistan, háganla crecer” y solamente les pedimos: “Unan su lucha con otras luchas y con otras organizaciones”. Amamaloya, Veracruz . 30/01/2006


Este era y ha sido siempre, el núcleo central de la propuesta zapatista: el problema no es votar o no votar, sino cómo se concibe la transformación de la sociedad; el voto por sí solo no es condición de cambio, por lo que éste sólo llegará si transformamos y hacemos nuestros los mecanismos de participación y control político a todos los niveles. Como indicaron a finales del 2023, cuando anunciaron cambios en su autonomía, a la pirámide actual de poder se le tiene que dar la vuelta de tal forma, que quienes estemos arriba seamos la mayoría y los que estén abajo, manden obedeciendo.


¡Y retembló! Una candidatura indígena para ‘hackear’ las elecciones


El 14 de octubre del 2016, en el contexto de la conmemoración del 20 aniversario de su nacimiento y del quinto gran encuentro desde su fundación, el Congreso Nacional Indígena (CNI), histórico aliado de las comunidades Zapatistas, se declaró en asamblea permanente por consulta interna. Entre octubre y diciembre de 2016, los pueblos indígenas pertenecientes al CNI debatieron y consensuaron una nueva hoja de ruta política. El 1º de enero de 2017, desde Oventik, territorio Zapatista, el CNI en conjunto con el EZLN hizo retemblar el tablero político mexicano con dos anuncios: la conformación de un Concejo Indígena de Gobierno (CIG) para todos los pueblos indígenas rebeldes en México, y la irrupción en el proceso electoral del 2018 a través de una candidatura independiente materializada en la figura de la vocera del CIG, la indígena nahua María de Jesús Patricio, Marichuy. Los pueblos indígenas reunidos en el CNI nos presentaban así una iniciativa de democracia radical con la conformación de un auto-gobierno indígena de alcance nacional. Los y las concejalas del CNI llevarían la palabra de los pueblos desde el mandar obedeciendo, y se regirían bajo los siete principios zapatistas.

Marichuy en una visita a comunidades zapatistas durante La otra campaña de 2017. foto: Daliri Oropeza


Decidieron, como táctica, conformar una candidatura independiente no para disputar el poder a la clase política, sino como vehículo para recorrer el país y conectar con la gente, crear redes de organización abajo y a la izquierda. El CNI buscaría entonces ‘hackear’ la política, es decir, usando la metáfora tecnológica, romper los límites del sistema político mexicano, deshabilitar los circuitos de participación tradicional, y abrir un nuevo camino hacia esa otra forma de hacer política que se venía buscando desde La Otra Campaña. Una vez más, los pueblos indígenas invitaban a la sociedad mexicana a crear esos puentes para imaginar y practicar los tres objetivos de la Otra Campaña. Los meses posteriores a este comunicado anunciaron la sorpresa unánime tanto de la clase política, la sociedad civil y las organizaciones solidarias con el CNI y el Zapatismo.


El CNI logró abrir esa grieta, hackeó las elecciones exponiendo el racismo de las instituciones y de los códigos sociales racistas hacia los pueblos indígenas –“¿cómo una india va a ser presidenta?Los medios de comunicación generalistas centraron el foco en la candidatura oscureciendo la discusión política entorno a la relevancia del CGI. Más de uno denunció una “nueva traición” de los Zapatistas al entrar al juego electoral y –una vez más– la desaparición del movimiento indígena rebelde. No obstante, con dificultades, contratiempos y errores, el CNI logró abrir esa grieta, ese camino: hackeó las elecciones, primero, exponiendo el racismo de las instituciones y de los códigos sociales racistas hacia los pueblos indígenas –“¿cómo una india va a ser presidenta?, que se ponga a limpiar casas”.


El racismo hacia Marichuy y la discriminación socioeconómica y tecnológica hacia la candidatura del CNI permitió exponer el racismo auto-negado de la sociedad mexicana, que ahora forma parte de la conversación política del país; y aunque no se logró la candidatura, sí se logró tejer esas redes de lucha que mantienen vigente al CNI y al Zapatismo en el país y en el escenario mundial de lucha. Así, como vienen mostrando desde hace décadas, los pueblos indígenas rebeldes en México vienen explorando caminos hacia esas nuevas formas de hacer política, dándole una vuelta de tuerca a las prácticas habituales, equivocándose, pero reinventándose en el camino. Y en ese caminar abren ventanas a lo que podrían ser esos mundos nuevos, poniendo en el centro del tablero político la vida, siguiendo su propio calendario, y siempre mirando a futuro.

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