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El tiempo y el zapatismo. Por Sergio Rodríguez Lazcano.

Publicado en Camino al andar, 8 de junio de 2021.

Foto: Francisco Lion.


¿Cuánto tiempo se tomaron los zapatistas para decidir algo tan importante y trascendental como es el recorrer el mundo para dialogar, escuchar, ver, sentir, probar, conocer, ser conocido, descubrir, ser descubierto? Normalmente decidir esto no debería llevar mucho tiempo. Estamos hablando de cosas sencillas que deberían ser tan naturales como el pan y la sal.


Pero los tiempos que estamos viviendo (ya desde hace muchos años) no son normales. Vivimos tiempos crudos, donde desde el poder del dinero y un pensamiento anquilosado de lo que se conoció como izquierda, lo que buscan es la imposición de un pensamiento único, lleno de atavismos y prejuicios.


En un artículo de Juan Villoro titulado “Ulises, zapatista” se nos recuerda la frase del Subcomandante Galeano, que creo que sintetiza lo que hoy pasa en el mundo, no sólo en México:


No sabemos ustedes, pero si nosotras, nosotros, zapatistas tuviéramos pereza de pensar, estaríamos en un partido político institucional (“El Método, la bibliografía y un drone en las profundidades de las montañas del Sureste Mexicano”. SupGaleano, 4 de mayo de 2015).

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Pero, ¿qué es lo que ha permitido el desarrollo geométrico de esa pereza de pensar? En una gran novela brasileña de João Guimarães Rosa, Grande Sertão: Veredas, el diablo, que es un personaje central de la misma, le dice al atribulado Riobaldo que el pensar daba vértigo. Creo que mucha gente se cansó de vivir con vértigo y prefirieron la comodidad de la pereza.


La pereza siempre genera certezas, pocas, pero fijas. Al mismo tiempo enseña un camino seguro, por fuera de los riesgos de lo inédito. En el estado de la pereza no hay asombro ni sorpresa. Al final, sólo se refrendan los “aciertos” que se vienen repitiendo desde el siglo XIX.


Creo que una de las capacidades de los compañeros zapatistas ha sido romper con lo esquemático y perezoso, que tiene una doble característica: empobrece las teorías en las que dice apoyarse porque las reduce a clichés y, al mismo tiempo, invalida la creación de un pensamiento autogenerado.


La idea de recorrer el mundo iniciando por la vieja Europa (creo que no fue gratuito decidir iniciar por ese continente), considero, fue creada y recreada durante mucho tiempo. De alguna manera, corona toda una serie de iniciativas que se iniciaron con el intergaláctico y que, en el momento de mayor desesperanza y orfandad, permitieron diseñar un horizonte viable de lucha. Viable por la sencilla razón de su ubicación a la izquierda de lo posible.


Al analizar la conformación del escuadrón 421 y de toda la Iniciativa por la Vida, resalta la gigantesca voluntad y decisión de las y los participantes, pero creo que eso es la punta del iceberg. Lo que a mí me genera un interés particular es tratar de comprender cómo se llegó a esta decisión. Cómo en el seno de los pueblos zapatistas esta discusión se llevó a cabo. Cómo llegaron a la conclusión de que sí existe la posibilidad de construir un puente o un refugio seguro frente a la dimensión de la catástrofe que se cierne sobre la humanidad.


Desde finales de 1994, pasando por la construcción de los caracoles en 2003 y su multiplicación en 2019, podían haber generado un sentimiento de seguridad y de refugio. Las casamatas que han construido los zapatistas con un gran esfuerzo podían conducir a la idea de confortabilidad. No porque haya una gran riqueza, sino por la sencilla razón de que en los territorios zapatistas todos tienen asegurada su alimentación, su salud (desde luego una pandemia como la que vivimos también los afecta, pero llamó la atención la velocidad con la que se determinó el cierre de los Caracoles, cuando el sistema de salud mexicano se deslizaba en el tobogán de la feria de las vanidades), sus condiciones mínimas de sobrevivencia.


Me imagino la seriedad de sus discusiones porque veo la dimensión de su decisión, pero también al ver la forma, que también es fondo, puedo distinguir la alegría con la que se emprende una acción de ese tamaño.


Lo que queremos decir con todo esto, es que la propiedad de la gran iniciativa de ir a recorrer el mundo para poder generar los posibles mecanismos de defensa contra la destrucción que el capitalismo está llevando a cabo no es el producto de un cerebro genial, sino de todos los pueblos zapatistas en su conjunto.


Así es como se genera un pensamiento lleno de potencia. De repente la política recobra su carácter fundacional. No es obra de especialistas sino de la gente común, el maná del poder desaparece y se desnudan todos sus mitos y falacias.


Para los que venimos de una vieja izquierda, que participamos en congresos, encuentros, reuniones internacionales, miramos con turbación a centenas y millares (porque parece que quienes van son una selección de todos los que estaban dispuestos a hacerlo y, desde luego, de todos los que participaron en la discusión y decisión) de integrantes de los pueblos zapatistas plantear una agenda de trabajo tan abarcadora y al mismo tiempo decir que quieren bailar y jugar fútbol, todo esto nos debería llevar a reflexionar sobre lo que hicimos y cómo lo hicimos.


Los zapatistas nos han contado que la insurrección del 1 de enero fue discutida y decidida por los pueblos y existen unas actas que así lo avalan. Esa forma para tomar decisiones se va a mantener y a extender hasta llegar a la conformación de una democracia que no sólo es directa sino constituyente.


Decidir realizar la lucha por la vida en todo el mundo debió ser un proceso en el que los pueblos discutieron-consensaron-acordaron, con base en una profunda puesta al día de lo que ya habían venido planteando sobre los riesgos que se ciernen no únicamente sobre una clase social o un partido político sino sobre la humanidad en su conjunto.


Y, entonces, desde lo más profundo de la sociedad mundial; desde el abajo profundo, los descendientes de los pueblos mayas buscan generar un gran puente que permita, con base en puntos muy concretos, que casi resume los mínimos comunes de sobrevivencia, un ir y venir de luchas, experiencias, sentires, deseos, dolores, historias, culturas, fiestas y fútbol que se menearán al dulce ritmo de quienes no imponen sino comparten.


Y, al final, pero no en último lugar, en la avanzada que es el escuadrón 421, un otroa, Marijose, por lo que nos han compartido, será loa primeroa en pisar tierra. No el secretario general de un partido, no el intelectual que espera dejar boquiabiertos a los que de manera pasiva y embelesada lo escuchan, no el que hoy es lo que tanto odió (parafraseando a José Emilio Pacheco), no el viejo izquierdista hoy reconvertido a la teoría de que todo es negociable en una especie de bazar de oportunidades.


Unoa otroa pisará Europa como avanzada y con ese hecho mandará un mensaje profundo al mundo sobre la razón por la que la época de las hegemonías y las homogeneidades debería formar parte de la prehistoria y no debería dejar huella.


Entonces, ¿cuánto tiempo tardaron los pueblos zapatistas en discutir-decidir esa iniciativa maravillosa? ¿529 años, 500 años, 200 años, 111 años, 27 años? Dejemos que otros se entretengan y se hagan bolas con las fechas. Se tardaron… lo que fue necesario. El tiempo justo, que es la base del presente perpetuo del zapatismo. Bueno, eso es lo que yo creo.


Sergio Rodríguez Lazcano es militante de izquierda desde 1967. Autor del libro La crisis del poder y nosotr@s. Además de otros muchos otros trabajos de reflexión social, es autor del prólogo y compilador del libro Escritos sobre la guerra y la economía política del Subcomandante Insurgente Marcos.



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