Publicado en Camino al andar, 28 de abril de 2021
Foto: Francisco Lion
El levantamiento armado del EZLN el 1 de enero de 1994 tomó por sorpresa a buena parte del mundo intelectual. Embelesados por la modernización salinista, muchos analistas vieron en la sublevación indígena una operación de “los viejos dinosaurios priístas” para descarrilar las reformas del mandatario.
Irónicamente, 28 años después de la insurrección, los malquerientes del zapatismo repiten el mismo argumento pero invertido. Los insumisos serían, según ellos, una perversa creación del ex presidente. No ofrecen prueba alguna de sus afirmaciones. En la época de las redes sociales se conforman con ofrecer memes. Curiosamente, Carlos Salinas de Gortari y su proyecto de país, fueron los más afectados por la declaración de guerra rebelde y la toma de varios municipios chiapanecos. Desde un primer momento, señalaron que su gobierno era ilegítimo y demandaron su destitución.
Curiosamente, hoy que los rebeldes del Sureste mexicano emprenden una nueva ofensiva político-militar, los argumentos para descalificarlos son casi iguales a los esgrimidos hace casi tres décadas. No hay mucha imaginación en el nuevo discurso anti-rebelde. Por ello, vale la pena recordarlo, para ver que, aunque nunca explicó nada, parece no tener fecha de caducidad.
El 4 de enero de 1994, en el periódico El Día, el periodista Raúl Trejo Delarbe, con estrechos nexos con el equipo de comunicación del presidente Salinas, se concentró en tratar de descalificar la naturaleza indígena del levantamiento y su manipulación por los no indígenas. “Las entrevistas a la prensa -escribió- fueron ofrecidos por personajes embozados pero de perfecta dicción, en un castellano articulado. No se trata de indígenas ni de pobres… Los que van a perder más con este episodio son los pobres de Chiapas. Manipulados o empleados como pretexto muchos de ellos van a ser víctimas de las consecuencias militares de la insurrección… ¿quiénes han llevado a los indígenas alzados a esta situación?”.
El sábado 8 de enero de ese mismo año, en Excelsior, el escritor Jaime Labastida, alguna vez en su vida espartaquista, amigo de años de extraordinarios poetas chiapanecos que, a diferencia suya comprendieron la naturaleza del conflicto, fue aún más lejos. Acusó -en base a puras especulaciones sin fundamento- al narcotráfico internacional, de organizar el levantamiento armado, disfrazándolo de “conflicto social”, para intentar “desprestigiar internacionalmente al gobierno federal, la caída de la Bolsa de Valores, la generación de miedo en los inversionistas extranjeros”.
Ese mismo día, pero en Reforma, Jaime Sánchez Susarray, uno de los intelectuales salinistas en ascenso en el mundo de los “analistas”, aventuró, que en la operación militar había “grupos muy oscuros que están manipulando el movimiento que podrían estar buscando una revancha para preservar sus posiciones y prebendas” porque “durante este gobierno se han afectado intereses”.
Desde el primero momento de la insurrección, uno de sus más rabiosos críticos y denostadores ha sido Héctor Aguilar Camín, cabeza de uno de los dos bloques político-culturales hegemónicos beneficiados generosamente por el salinismo, el de la revista Nexos. Sin dar tregua, Aguilar Camín encabezó la cruzada intelectual contra los alzados en múltiples artículos periodísticos y entrevistas en la prensa y la televisión. En La explosión de Chiapas, aparecida en Proceso el 10 de enero de 1994, acusó a los zapatistas de ser “resumidero de delirios ideológicos y militares, que agrupa una peligrosa colección de deshechos: fosilizaciones ideológicas de la vieja y nueva izquierda, religiosos anclados en la teología de la liberación, desempleados de la guerra centroamericana”.
Probablemente, la visión gubernamental más estructurada sobre el origen de la naturaleza del movimiento armado, es la del antropólogo Arturo Warman, defensor del salinismo hasta las últimas consecuencias (“Yo sirvo en el Poder Ejecutivo, afirmó sin ambigüedad), director del Instituto Nacional Indigenista, procurador agrario, secretario de Agricultura y de la Reforma Agraria (https://bit.ly/2R7XcoE), y justificador de la contra-reforma agraria al artículo 27 constitucional.
En su trabajo "Chiapas hoy", en La Jornada del 16 de enero de 1994, explicó el levantamiento no como un movimiento indígena, sino como "un proyecto político-militar implantado entre los indios, pero sin representarlos". Y añadió: “La pobreza, la exclusión y discriminación fueron un caldo de cultivo para el reclutamiento, pero no son la causa directa de la aparición de un movimiento político-militar que propone la guerra total y prolongada”.
El esquema dotó de municiones a los críticos oficialistas de la rebelión y sirvió de columna vertebral -junto con el informe realizado por Alejandro Rubido para el Cisen, recuperando el testimonio de un delator- de los trabajos de Carlos Tello y Alma Guillermo-Prieto.
Jorge Alcocer, alguna vez militante del Partido Comunista Mexicano, luego subsecretario de Gobernación con el PRI y ahora coordinador de asesores de Olga Sánchez Cordero en la secretaria de Gobernación de la 4T, alertaba en Proceso del 17 de enero, sobre el peligro de otorgar al “EZLN la representatividad para ser reconocido como organización político-militar con derecho a negociar con los poderes de la Unión exigencias como las planteadas en sus comunicados”. Hacerlo, dijo, “sería destapar una caja de Pandora”.
La lista de los articulistas que, desde el salinismo construyeron la matriz de opinión antizapatista es, por supuesto mucho más extensa, e incluye a escritores como Jorge Castañeda, futuro Canciller del gobierno panista de Vicente Fox, al que el levantamiento armado condenó a la orfandad teórica, al desbaratar en la práctica su crítica a las izquierdas latinoamericanas.
No deja de ser curioso que hoy, muchos ideólogos de la 4T, repitan mecánicamente las tesis sobre el EZLN elaboradas por los intelectuales del salinismo, que, en su mayoría, son acérrimos críticos del obradorismo. Ciertamente, otras falsedades como la de “solo aparecen durante las elecciones” o “no han hecho nada en estos años” o “son creación de Salinas de Gortari”, surgieron después. Sin embargo, en parte, también fueron construidas narrativamente por muchos de estos publicistas. Aunque, justo es reconocer, que también participaron en su elaboración, sin el menor respeto hacia la verdad, a partir de 2001 (con la contra-reforma indígena) y 2006 (con el arranque de la otra campaña), por propagandistas y políticos cercanos al entonces Partido de la Revolución Democrática (PRD).
El inicio de la actual gira zapatista por Europa y la disputa por el relato indígena han echado a caminar nuevamente las calumnias tradicionales contra los rebeldes. Sería muy benéfico para las luchas por la transformación del país, un debate serio e informado, sobre los alcances y la naturaleza del proyecto de los indígenas del Sureste mexicano. Sin embargo, en estos tiempos de polarización y de imposición de megaproyectos parece casi imposible que algo así suceda.
Twitter: lhan55
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