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Llora el aceite extraído del corazón de la tierra

Publicado en Camino al Andar

18 de octubre de 2024

Por Claire Marie


El 16 de septiembre, un derrame de petróleo se expandió hacia el arroyo de Ojital, un pueblo situado cerca de Papantla. La lava negra hubiera podido ser detenida si Pemex hubiera tomado las medidas necesarias ante la fuga de un oleoducto situado aguas arriba del arroyo, denunciada por los habitantes un mes antes.

 

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El 16 de septiembre de 2024 don Rogelio se levanta para un nuevo día de trabajo. Sus clientes no esperan para pedirle el desayuno. Su puesto de tacos está arriba de la comunidad, en la carretera principal, entre Papantla y Poza Rica, la mayor ciudad petrolera de Veracruz.


Don Rogelio se apresura para llenar un traste con agua del pozo. Se la echa en la cara para despertarse, pero da marcha atrás: “Ahora el agua huele a petróleo…” murmura, aún dormido.  Da unos pasos para arrojar el contenido de la tinaja al arroyo que corre junto a su casa. Pero sus ojos se detienen de repente. El agua es negra. La tierra es negra. El horizonte es negro. A donde van sus ojos, todo está negro de petróleo


A la orilla del arroyo, los habitantes de Ojital se despiertan con la misma pesadilla. Anoche, un fuerte aguacero desprendió todo el petróleo que quedaba estancado en una presa aguas arriba. El caudal alcanzó más de 12 kilómetros de arroyo, afectando a las comunidades vecinas de Troncones y Chote Coatzintla. 


Rápidamente, la comunidad transmite la información a las autoridades municipales y a Pemex, la empresa responsable. Frente al silencio, no tardan en organizarse. A las 9 de la mañana bloquean la carretera Tajín-Coatzintla para exigir la reparación de los daños lo antes posible. En la tarde, cuatro obreros se presentan con la intención de colocar diques de plástico. Pero llega la noche y aún no han hecho nada. Don Teo, la autoridad tradicional de la comunidad, se exaspera: “los vimos poner unas cuantas ramas de coco! Se supone que son especialistas. Si es para hacer un trabajo así, nosotros lo podemos hacer”. 


“Pemex se está burlando de nosotros”, piensan los habitantes, con un sabor amargo en la boca y el olor a petróleo flotando en el aire. En los últimos años, el número de fugas en la región ha aumentado debido a la falta de mantenimiento de las instalaciones – algunos oleoductos tienen más de setenta años. Sin embargo, Pemex sigue eludiendo sus responsabilidades, como demuestra la actitud de su representante, quien se presenta al día siguiente: “merecen ir a la cárcel por bloquear la carretera”, se atreve a decirles. Los habitantes no se dejan amenazar: “¡estamos sufriendo por los gases del petróleo! Hay ancianos y niños que viven a pocos metros del arroyo. No nos iremos si no limpian su basura”. Pero, la respuesta del empresario no deja lugar a dudas: “¡Van a tener que acostumbrarse al olor, como los de Poza Rica! El petróleo no mata”. 

 

Desde que su réplica se hizo viral, PEMEX ha enviado a un puñado de trabajadores para limpiar parte de los doce kilómetros de arroyo contaminado. Pero, para don Romualdo, su mensaje está claro: “según ellos, deberíamos acostumbrarnos a morir, ¡lentamente!”


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No es contaminación, es exterminio

 

Desde hace 15 días, los 10 trabajadores se turnan para limpiar el arroyo. Amontonan la tierra contaminada en los terrenos de los vecinos, que no tienen más remedio que mirar el desastre. ¿Qué harán con estos montículos blancos y negros, restos mortales, mezcla de hidrocarburos y calidra? En realidad, les quedan pocas opciones: o los queman y los gases tóxicos escapan a la atmósfera, o cavan un pozo y entierran el desastre, esperando a que la naturaleza se haga cargo, como señala el ingeniero petroquímico Rodrigo Dorantes, quien vino junto con Anabel Alvarado desde el Tecnológico de Poza Rica para brindar información de salud pública.


En cuanto al arroyo, uno de los últimos de la región que ha sobrevivido a la contaminación, de poco sirven los 10 obreros con sus rastrillos de jardinería. En el mejor de los casos, el saneamiento del arroyo tardará una década. Mientras, los residuos de petróleo serán arrastrados por el torrente hasta el río Cazones, donde desembocarán en el mar. A estas alturas, ya no se habla de contaminación: “Nadie tiene derecho a exterminar”, repite don Teo.


Don Rogelio y su hijo, de 8 años, lograron rescatar 5 tortugas del derrame de hidrocarburo | Foto: Cortesía.


Don Rogelio y su hijo Alejandro, de ocho años, consiguieron salvar cinco tortugas, pero ¿cuántas quedaron atrapadas? Antes, padre e hijo pescaban algunos peces e incluso “burritos”, un pequeño cangrejo endémico de la región, totocalcas y culebras de agua, todas en peligro de extinción. “Lo que más me duele es ese árbol de lichis que ves ahí. Me gusta que mi hijo se dé el gusto de recolectar la fruta y comérsela directamente del árbol. ¡Se podía comer un kilo entero de lichis!”, dice Rogelio. Alejandro tendrá que esperar hasta los 13 años para reencontrar esta sencillez. Según Rodrigo Dorantes, se necesita al menos cinco años para poder volver a consumir las plantaciones afectadas.


En cuanto al recién nacido de Marina, ni siquiera tendrá el lujo de atravesar las aguas cristalinas del arroyo, y todas las especies ahora extinguidas seguirán siendo para él una vieja leyenda. Su historia se evapora, como los vapores tóxicos del petróleo que ya respira, dos meses después de su nacimiento. Las autoridades de Pemex no se pronunciaron sobre los riesgos cancerígenos de esos gases, ni han proporcionado mascarillas a los residentes o a sus trabajadores.


La milpa de Angel


La comunidad esperaba a que el equipo de Pemex terminara de limpiar, pero en la mañana del 2 de octubre, una nueva inundación levantó el hidrocarburo estancado aguas arriba. Llegó a tierras hasta entonces intactas, como la milpa del agricultor Arturo, que albergaba árboles endémicos de la región. También se infiltró en la casa de María y mató todas las plantas de vainilla que su padre pensaba vender.



Los trabajadores pasaron diez días limpiando el arroyo frente a las casas de los habitantes. Pero ¿por qué no se retiró el petróleo que se había estancado arroyo arriba? Los recursos desplegados, la falta de mano de obra, la lógica empleada: todo sugiere que la vida del pueblo importa poco a Pemex. Su negligencia habría puesto en peligro la salud de la comunidad, en dos ocasiones.

 

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La profecía de don Raúl

 

Alejandro apunta con su dedo a lo que llama “El chapo” (el chapapote): “estaba en el rancho de un ganadero y seguro una vaca piso la tierra blanda y rompió el tanque de petróleo”. Si bien la imaginación de Alejandro va más allá de la realidad, menciona una pista: el rancho de don Raúl.


 Don Rogelio junto a su hijo Alejandro, frente a su casa | Foto: Cortesía


El 21 de agosto de 2024, los vecinos de Ojital se alarman por un fuerte olor a petróleo e inmediatamente inician su propia investigación. Descubren que la tubería del pozo 852 se había roto. Informan a las autoridades de Pemex, que envían un equipo para reparar el oleoducto.



Don Raúl, un ganadero vecino, se da cuenta de que la fuga está llegando a su terreno y pide a los trabajadores de Pemex actuar. Sacan algunas pipas de petróleo, pero dejan una mayoría de hidrocarburo al aire libre, colocando únicamente un dique de plástico para evitar que se derrame más. En el mismo lugar, nace el arroyo que atraviesa Ojital. Desde hace varias semanas, don Raúl no ha dejado de advertir a los funcionarios de Pemex: “¡Si no hacen nada, la temporada de lluvias trasladará todo el crudo de petróleo al arroyo!” Ante la total indiferencia, el agricultor llama a los periódicos locales para denunciar públicamente el asunto. Varios de ellos le facturan sus servicios de comunicación. En total, perdió cerca de 20.000 pesos, en vano. Todos esperaron a que se cumpliera la profecía.


“Se pudo haber prevenido en veinte días antes del aguacero. Esto demuestra exterminio para los seres humanos. No están tomando en cuenta nuestro derecho de seguir viviendo aquí tanto nosotros como la fauna. Es una discriminación hacia los pueblos originarios. Así lo estamos entendiendo nosotros, porque no solo es aquí, sino en todo el Totonacapan”, dice don Teo.

 

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La fiesta del Petróleo

 

“¡Aquí es poco lo que se derramó!” dice uno de los trabajadores de Pemex, refiriéndose a los 12 kilómetros de tierra contaminada. “Hay pozos más grandes”, continúa. Héctor lo sabe bien: es asignado en el departamento de saneamiento de Pemex, limpiando los derrames regulares de petróleo que hay en la región.


El caso de Ojital se ha hecho famoso: “incluso la gente se para para tomar una foto delante del arroyo”, comenta Juan activistas de la región. Pero la realidad de los totonacos de la región no se cuenta con una selfie. Las fugas de gas, los incendios y los derrames de petróleo forman parte del paisaje, y cada comunidad tiene su propia historia que contar. En Veracruz, viven más de 600 000 Totonacos pero su territorio se extiende hasta la sierra de Puebla, donde también viven agresiones por la sobreexplotación petrolera.


A nivel nacional, entre 2015 y 2022, Pemex reporta oficialmente un total de 5 mil 999 accidentes petroleros. Entre 2018 y 2022, los estados de Veracruz y Tabasco concentraron el 60 % de los derrames.

 

Sin embargo, en Poza Rica, cada año se invita a la Feria del Petróleo, donde se “conmemora con actos cívicos el Aniversario de la Expropiación Petrolera”. Tan sólo en el municipio de Papantla existen 2 mil 117 pozos de extracción petrolera, y la cifra va en aumento. “Es como los Oxxo, hay uno en cada esquina” dice Juan, concejal del Consejo Nacional Indígena Totonacapan. Según Alfonso, otro miembro del CNI, “proyectan tener 25.000 pozos en la región”.


Para continuar sus actividades impunemente, las autoridades de Pemex tienen sus propias tácticas. Con las comunidades indígenas afectadas, “firmaron una minuta comprometiéndose a pagar alguna indemnización, y esperan que nos conformemos con eso”, dice indignado la autoridad tradicional de Ojital. Sin embargo, los pobladores de Ojital han afirmado: “¡no podemos hablar de dinero!, hay compañeras y compañeros que viven muy cerca del arroyo y para ellos hay que demandar!” Las comunidades vecinas comparten el descontento contra las actividades de Pemex en la región. El 17 de octubre, pobladores provenientes de seis pueblos vecinos tomaron la carretera Chote-Coatzintla para pedir la reparación de los caminos dañados por la empresa y la justicia para Ojital. Por su parte, desde el 3 de octubre, la Alianza Mexicana contra el Fracking, junto con otras organizaciones civiles, exigieron a las autoridades reguladoras tomar medidas para sancionar la empresa.


¿Podría Pemex ser sancionado por la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA)? La misión de esta institución descentralizada es vigilar la seguridad del sector de los hidrocarburos para proteger el medio ambiente. Sin embargo, según una veintena de organizaciones civiles y de investigación, el trabajo pasado de ASEA ha sido poco transparente y conllevó a normalizar los accidentes de petróleo. A pesar de los miles de accidentes, la ASEA sólo ha emitido 14 sanciones contra Pemex entre 2015 y 2018, según el medio Causa Natura.


En Ojital, varios miembros de la agencia se presentaron unos diez días después del derrame de hidrocarburos, cuando se hizo pública la apertura de un proceso legal por parte de las autoridades municipales. El proceso, liderado por una organización civil, ya estaba en marcha, pero ASEA invitó a las autoridades a firmar su propio documento de denuncia. Sin embargo, la agencia no les proporcionó ningún documento justificativo.


Un comunicado del 17 de octubre por parte de ASEA afirma que se impuso Medidas de Urgente Aplicación para la atención del derrame y que “personal de la Unidad de Asuntos Jurídicos asesoró a las comunidades para ingresar una Denuncia Popular formal ante la ASEA”; mientras Pemex informó que no se observa daños en especies protegidas.



Pero PEMEX cuenta con la reserva de la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA), como demuestran las firmas de una veintena de organizaciones civiles y de investigación[1]. La misión de esta institución descentralizada es vigilar la seguridad del sector de los hidrocarburos para proteger el medio ambiente. Sin embargo, a pesar de los miles de accidentes, la ASEA sólo ha emitido 14 sanciones contra PEMEX entre 2015 y 2018, según el medio Causa Natura[2].

 

En Ojital, varios miembros de la agencia se presentaron unos diez días después del derrame de hidrocarburos, cuando se hizo pública la apertura de un proceso legal por parte de las autoridades municipales. El proceso, liderado por una organización civil, ya estaba en marcha, pero ASEA invitó a las autoridades a firmar su propio documento de denuncia. Sin embargo, la agencia no les proporcionó ningún documento justificativo, ni lo firmaron.


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¿Vamos a hablar?

 

El cristal del coche que viaja a Papantla está completamente roto. Al acelerar, la piedra con la que se ha roto roda en la cajuela. Juan no tuvo tiempo de sacarla. La dejó allí como prueba. “Seguramente fue un borracho el que hizo el desmadre anoche” explica. Pero su hermano Samuel y los demás defensores de la región lo interpretan como una intimidación. Desde hace varias semanas, Samuel apoya a la comunidad de Ojital proporcionándole asesoramiento jurídico.


Hace unos días, mientras esperaba en el centro de Papantla, fue sometido a una inusual revisión policial. “¿Por qué te revisan?”, le preguntó uno de los pasantes, sorprendido de que un habitante conocido fuera vigilado de esa manera. Desde entonces, Samuel evita el centro en la medida de lo posible. “Para luchar hay que tener conciencia política, mucho valor y no tener familia”, concluye Samuel, sin pestañear.


En la región, el hostigamiento judicial es costumbre. Muchos de los que han alzado la voz contra Pemex en las comunidades vecinas han sido silenciados. Desde que Cuitláhuac García es gobernador del estado de Veracruz, las detenciones arbitrarias se han quintuplicado entre 2018 y 2021, año en el que entró en vigor una reforma penal que introduce el delito de “ultrajes a la autoridad”. Aunque la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) pidió su derogación en 2021 y la Suprema Corte Justicia de la Nación declaró inconstitucional la reforma en 2022, la coerción no ha cesado. Por ejemplo, en junio pasado, dos defensores del agua fueron asesinados en una violenta represión policial en Veracruz, mientras que el activista Juan Soto, internado en el hospital de Perote, fue detenido y deportado por la policía.


A pesar de todo, una voz corre entre los habitantes de Ojital: “¿vamos a dejar que nos opriman, que nos falten al respeto, que nos discriminen, que nos exterminen, o vamos a hablar?”.

 

 

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Abren el corazón de la tierra

 

El taxi que conduce de Papantla a Ojital pasa por el Centro de las Artes Indígenas (CAI), donde don Teo trabaja como autoridad tradicional. El centro fue incluido en la Lista Mundial de Buenas Prácticas de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco en 2013. El carro sigue su camino. Entre las altas palmeras y los humos que emanan de las instalaciones de Pemex, emerge otro Patrimonio de la Humanidad: la pirámide del Tajín, vestigio de las civilizaciones prehispánicas que dejaron su huella en la región. En noviembre de 2023, un derrame de petróleo alcanzó la comunidad del Tajín colindante, donde viven más de 1.000 Totonacos. Contaminó una veintena de pozos sin que se hiciera justicia.



Algunos miembros de las comunidades alrededor del Tajín se han hecho famosos, recorriendo el mundo para interpretar la danza ritual de los Voladores, también reconocida por la Unesco desde 2009. Mientras las miradas giran hacia los trajes tradicionales, el petróleo va cubriendo poco a poco el lugar donde viven miles de Totonacos. La Unesco preserva la imagen de una cultura que sigue esfumándose impunemente. “Los turistas creen que la civilización totonaca está en las piedras del Tajín, pero los Totonacos seguimos viviendo aquí”, dice Juan, concejal del CNI Totonacapan.


El taxi sigue su camino. A ambos lados de una vegetación profusa, el hidrocarburo corre silencioso a lo largo del arroyo Ojital. Pero para los Totonacos es mucho más que petróleo. En su lengua nativa, el ritualista don A lo recuerda como ixchalatiyat: el aceite que se extrae del corazón de la Tierra. Hoy, ixchalatiyat llora en las aguas del Totonacapan.

 

Carretera entre Papantla y Ojital: detrás de la vegetación (foto1),

el petróleo recubre, lentamente, la tierra (foto2).

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La nueva semilla

 

El 2 de octubre, el aceite ganó terreno en el pueblo de Ojital. El representante de Pemex alegó que no disponía de recursos suficientes: «Necesitaría cien hombres», explicó a don Teo.


“No son hombres lo que necesita, son transportistas y oleoductos, y, sobre todo, ¡la voluntad!” En su casa, la autoridad tradicional cuenta los hechos, mientras teje ramas de palma para preparar la fiesta patronal del día siguiente.


Decoración de la iglesia de Ojital Viejo


Desde hace una semana, las mujeres preparan el menú para centenas de personas. Los hombres se encargan de la adornación, confeccionando estrellas con fibra de palma. Varios grupos de comunidades vecinas se turnan para bailar toda la noche y así llamar a la fertilidad o al perdón, según la música que lo acompaña.


“Para luchar, a veces tenemos que atrincherarse. Seguir practicando nuestros saberes, nuestras danzas, preservar nuestra memoria y nuestro derecho a morir en nuestro territorio”, afirma Juan. Las ceremonias rituales no son “patrimonio inmaterial”: son la carne y la sangre de los pueblos que resisten. Representan el alma de la comunidad, toda su energía y su fuerza; todo lo que no se puede vender; todo lo que no ha sido entendido:


“Ahora lo que tenemos que hacer como seres humanos es pedir perdón. Cuando entramos al agua por primera vez para limpiarla, hicimos un ritual para pedir perdón, ofrecimos aguardiente, tabaco, flores y velas. No se puede entrar sin pedir permiso. Una empresa no tiene capacidad para entender eso. No lo hacen porque se sienten dueños del lugar, y de ahí viene el gran desequilibrio. Viven, pero sin conciencia. Muchos de nosotros vivimos sin conciencia. Pero si pudiéramos ver más allá, veríamos con el ojo de la conciencia”, dice don Teo, con una sonrisa.


Mientras Pemex responda por sus actos, los habitantes de Ojital preservan su modo de vida para resistir al exterminio silencioso de las últimas comunidades que aún viven con el ojo de la conciencia.


Arriba del arroyo, en lo alto del pueblo, las mujeres terminan de preparar el mole y los niños están corriendo. Sus gritos de alegría se escuchan entre los cuetes repentinos. A esta “nueva semilla, hay que enseñarle lo que se ha ido perdiendo” dice don Teo. La nueva semilla es su esperanza. Para ella, hay que luchar.


Nota del autor: Los nombres han sido cambiados a petición de los entrevistados.


En Ojital, niños y sus madres dibujan lo vivido 

Taller facilitado por Amairany Mora y Gabriela Silvestre, del CNI Totonacapan


Fuentes:


[7] en la NOM-059-SEMARNAT-2010

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