Publicado en La Jornada
22 de octubre de 2024
Por Magdalena Gómez
En los tiempos del suspendido diálogo entre el gobierno federal y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se afirmó que se construiría una “nueva relación entre el Estado y los pueblos indígenas”. La ceremonia del adiós se inició en septiembre de 1996, cuando esta fuerza política declaró la suspensión del diálogo a partir de una crisis en la que sería segunda mesa sobre democracia y justicia. Se cumplen 27 años de ese hecho que no se declaró como ruptura, pues la Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas de 1995, estableció que mientras el diálogo se mantenga el Estado no ejercerá acciones persecutorias por el levantamiento armado del EZLN del 1º de enero de 1994. Dicha ley, vigente por cierto, no estableció sanciones al Estado en caso de incumplimiento de los acuerdos firmados el 16 de febrero de 1996, los de San Andrés sobre derecho y cultura indígena como resultado de la mesa uno, que a la postre se convirtió en la mesa única. No es posible ampliar esta efeméride, pues ya es muy conocido que los sucesivos gobiernos desde entonces han ejercido la guerra por otros medios, como diría el clásico. Incluida en ello la contrarreforma indígena de 2001 que en tiempos de Fox pretendió con partidos aliados declarar cumplidos los acuerdos de San Andrés. Con ello se dio al traste con la voluntad política expresada por el EZLN de reanudar el diálogo si se cumplía con las condiciones que fijaron, entre ellas la reforma constitucional acorde con los acuerdos referidos.
De 2001 a la fecha el Estado no arriesgó su palabra al respecto. El adiós referido ha quedado refrendado en tiempos de la llamada 4T y es de reconocer que el Presidente de la República no ofreció nada al respecto, pese a las expresiones iniciales del actual responsable del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) que hubo de omitir, pero armó una estrategia de foros de consulta indígena con los que respaldaron una propuesta de nueva reforma constitucional, la cual no obstante que nunca tuvo vida como iniciativa recientemente armaron una campaña con indígenas convocados y académicos involucrados en este proceso, exigiendo al Presidente que cumpliera su palabra, la cual no pronunció ni cuando públicamente con los yaquis le entregaron el documento que contenía la propuesta. La campaña calló como los mariachis cuando públicamente una de las diputadas de la Comisión de Asuntos Indígenas afirmó que no había condiciones para dicha demanda. Sus promotores han guardado silencio.
Este apretado recuento del adiós nos sirve para rememorar que desde el Congreso Nacional Indígena han recordado que los pueblos no definen sus luchas por sexenios y, sin embargo, ya se adivina el discurso manido sobre el tema, pues al fin y al cabo sus integrantes representan votos potenciales. Ya contamos con dos perlas expresadas por las dos mujeres que es un “pre hecho” que figurarán en la boleta para la elección presidencial el próximo año.
La hoy electa Claudia Sheinbaum como coordinadora nacional de los Comités de la Defensa de la Cuarta Transformación, antesala de la candidatura de Morena a la Presidencia de la República en 2024. Aun en campaña, perdón, en asamblea informativa en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el 13 de agosto afirmó: “Nunca les voy a fallar, siempre voy a estar cerca del corazón de los pueblos indígenas”, tras recibir de mujeres indígenas presentes el bastón de mando y ceremonia de vestimenta tradicional y destacó entre los avances de la 4T la construcción de obras históricas, como el Tren Maya y reiteró: “Es un momento histórico para el país, además se está haciendo justicia para los pueblos indígenas que es algo que no tiene que parar y tiene que seguir, que representa recuperar tierras, territorio. Agua. Significa el bienestar de los pueblos. Significa el apoyo a los pueblos indígenas, pero no de arriba para abajo, sino en un diálogo entre los pueblos y sus autoridades”.
Me gustaría conocer sus datos para sostener ese discurso porque yo tengo otros. Días después, el 2 de septiembre, Xóchitl Gálvez, electa por el Frente Amplio por México, también en San Cristóbal afirmó, confieso que para mi estupor: “Yo cumpliré los acuerdos de San Andrés”. Reconoció que quedaron pendientes y criticó la incapacidad del actual gobierno para impulsar una reforma constitucional. Está informada, sin duda, pero no reconoce las múltiples incapacidades del gobierno foxista en el que participó. Y delineó su plan de que, además de los apoyos económicos, vendrá desarrollo de infraestructura y proyectos ecoturísticos y un acceso equitativo a la educación. Difícil que ambos discursos se transformen aun cuando provengan de mujeres, y asuman que el eje desde los pueblos es la autonomía y libre determinación; peor aún: no se compadecen de la violencia que se está viviendo en todo el país, en especial en Guerrero y Chiapas. Cierto, es mucho pedir. Sólo están en campaña.
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