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Samir Flores, Amira y el maestro Jorge

Publicado en La Jornada

23 de agosto de 2024

Foto: Voces en Lucha


Amira Flores Velázquez tiene 20 años y estudia sicología social en la Universidad Autónoma de Puebla. Aún tiene fresco en la memoria el 20 de febrero de 2019, cuando asesinaron a mansalva a su papá, el indígena nahua de 36 años, radialista, campesino orgánico y defensor del pueblo de Amilcingo, Samir Flores Soberanes.


Con voz entrecortada por el dolor y tratando de contener el llanto, cuenta: Esa mañana lo fueron a despertar tres personas. Eran cerca de las 5:30. La casa no tiene barda ni cerca; está en un callejón. Entraron y hablaron con mi abuelita. Le dijeron que lo querían ver para arreglar un espacio en la radio. Ella, confiada, llamó a mi papá. Él salió. Lo sacaron unos dos metros. A los pocos minutos se escucharon los balazos. Los asesinos dejaron una cartulina.


A mí me tocó verlo tirado. Dos tiros le dieron. Soy su hija mayor. Somos cuatro. El más pequeñito iba a cumplir dos años. Desde ese momento nos quedamos sin papá. Ese día fue un caos total. Fue un golpe tan grande que nos sentimos desprotegidos; tan doloroso que a todos nos dolió. Unos celebraron por su asesinato, a los demás se nos cayó el mundo.


Samir se encargó de defender el agua de nuestra localidad. Inició la lucha contra la termoeléctrica de Huexca, Morelos. El megaproyecto ya estaba planteado en el sexenio de Calderón.


Dio inicio entrando Peña Nieto. Hasta el día de hoy sigue. Mi papá fue reuniendo a varios compañeros, a las localidades, a muchos pueblos para explicar la problemática que se venía. Apenas un día antes de que lo mataran, fue a una asamblea en Jonacatepec, donde se discutía el Proyecto Integral Morelos (PIM).


Allí chocó verbalmente con Hugo Eric Flores, abogado de los paramilitares de Acteal y delegado del gobierno federal para Morelos. En la madrugada del día siguiente lo ejecutaron (https://shorturl.at/rWUSC).


Esta lucha lleva 12 años. Mi papá también fue fundador de una radio en la comunidad de Amilcingo, y dos radios comunitarias en los alrededores. Las radios fueron un gran elemento para los pueblos que estaban cerca. Por allí se daba información de la termoeléctrica.


Era un pueblo muy fuerte que se mantenía en lucha. Pero el crimen organizado se volvió más feo, y la delincuencia un poquito peor. El narco se apoderó de la comunidad. Antes no se veía eso.


Ahora, a las 8 de la noche ya no hay nadie en la calle. Cuando estaba mi papá, a la una los niños todavía estaban jugando, había puestos y negocios vendiendo.


La gente tiene miedo. Hasta se les hace normal escuchar sobre las personas que matan. O escuchar balazos. O ver camionetas con hombres armados. No pasa nada. Ya se les hizo costumbre.


Antes, gracias a él, no estaba tan potente. No le tenía miedo a nada. Podía pararse enfrente del gobernador, que en ese entonces era Graco Ramírez, o de Peña Nieto y decirles qué es lo que los pueblos queríamos y lo que no queríamos. Lo que necesitábamos, lo que exigíamos. Formaba parte del Frente por la Defensa de la Tierra y el Agua en Morelos, Puebla y Tlaxcala, y del Congreso Nacional Indígena (https://shorturl.at/WDZWd).


Cuando estaba, mi papá era nuestro protector. No sólo de nosotras. Decía: lo hago por mí, por mis hijos y por los hijos de los demás. Fue lo que hizo y se lo agradezco. Ahora, a cada rato me llegan amenazas. Han intentado acercarse a mí de una manera no agradable. También a mi mamá.


Samir formaba también parte del Comité de Padres de Familia de la escuela Emiliano Zapata, del centro de Amilcingo, dañada por el sismo de septiembre de 2017. El gobernador Graco Ramírez, de oscura trayectoria, y los representantes ejidales, acordaron construir nuevas aulas con recursos de la termoeléctrica. Pero, las autoridades quitaron la clave de la escuela y se la llevaron a otro lugar. Flores, junto con su primo, el profesor Jorge Velázquez, de 42 años, egresado de la Normal Rural de Tenería y con una maestría en Humanidades por la UPN, pelearon para que la escuela permaneciera en el centro de Amilcingo. El pueblo ganó. El centro escolar se llama ahora Samir Flores Soberanes. En marzo de este año, comenzó a utilizarse y el 19 de julio fue inaugurado formalmente. Para festejarlo, organizaron un festival de murales que rescatan la resistencia.


En la escuela –explica el maestro Jorge– trabajamos para no permitir que el crimen organizado nos robe a los muchachos. ¡Nos los quieren quitar! Nosotros decimos ¡no! Los vamos a seguir formando para que sean buenos ciudadanos. Queremos doctores. También, desde el pueblo y las aulas, se ha mantenido viva la demanda por la aparición con vida del normalista José Luis Luna Torres, originario de Amilcingo, uno de los 43 de Ayotzinapa.


En parte por eso visitaron la normal rural, a pesar de las trabas que les puso la autoridad educativa, que cree que es una madriguera de vándalos o algo peor. Salieron en dos autobuses un viernes. Al llegar a la Raúl Isidro Burgos, los niños corearon consignas solidarias. Los normalistas se sorprendieron y admiraron.


Los estudiantes morelenses dejaron en claro que los Ayotzis son sus aliados, sus amigos y son siempre bienvenidos. Como lo son, también, las normalistas rurales de Panotla, Teteles y las de Amilcingo. Ellas colaboran en la escuela con los niños.


Tanto Samir como Jorge son sobrinos de Vinh Flores, luchador social de la región clave en la fundación de la Normal Rural Emiliano Zapata, el CETA y la formación del municipio de Temoac. Samir primero y luego Jorge siguieron ese legado dándole vida a la escuela que lleva el nombre del primero. Amira y los niños que estudian en ella siguen esa tradición, enfrentando el PIM y exigiendo la presentación de los 43.


El crimen de Samir Flores Soberanes sigue impune. Se abrieron varias líneas de investigación, pero ninguna ha dado frutos. Algunos testigos ya no se viven. Inclaudicables, Amira, el maestro Jorge y el pueblo de Amilcingo exigen justicia y la suspensión de la termoeléctrica.


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