Sobre Los sueños que compartimos y la experiencia de mirar acompañada
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Publicado en Camino al Andar
13 de abril de 2025
Por Xavie Gálvez

Es miércoles y estoy leyendo en la Biblioteca Nacional. Esta parte de Ciudad Universitaria me gusta, la luz de las cinco de la tarde en primavera mece los árboles y me recuerda que sí, a veces, la vida es bella.
Dan las 7 y la luz se va. Me dirijo hacia las Islas, cruzo por la Facultad de Arquitectura y al llegar al pasto, me encuentro a Marco, quien va en dirección opuesta con una amiga. Están buscando dónde ir al baño antes de la función.
A lo lejos, por la Facultad de Derecho, veo una gran pantalla inflable y un grupo de personas sentadas, listas para la película. La pantalla me recuerda a la que se montó en el 2023 en el caracol Dolores Hidalgo, en el treintavo aniversario del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, para mirar La Montaña de Diego Enrique Osorno.
Son las 7:30 y casi no hay sillas disponibles.
Sentada, comiendo botana, está Liber platicando con una amiga. Las saludo. A un lado de las sillas veo a Raúl con Amaranta, me acerco a saludarlos también. Se ríen de que, como siempre, voy cargando muchas cosas: mi tapete de yoga, la cobija de mi bisabuela, unos pants para el frío y dos bolsas de palomitas.
Platico con Amaranta sobre la última reunión de la red de la cual formamos parte. Ella no pudo asistir, así que la pongo al corriente. Le cuento que me enfermé del estómago y pasé toda la noche en el baño. Ella me recuerda que, curiosamente, hace un año en otra reunión, también me enfermé del estómago, pero esa vez la responsable fue mi vesícula. En esta ocasión ya no tenía vesícula y aun así el escusado me llamó. En temas más serios, conversamos sobre la importancia de que en el colectivo verbalicemos y atravesemos los conflictos. Nombrar nuestra verdad y ser escuchadxs. Un pendiente que vamos resolviendo, pero que no termina, coincidimos.
Nuestras risotadas recorren el ambiente. De pronto, soy consciente del volumen de nuestras risas, de nuestra alegría, desprevenida, haciéndose presente.
Me acerco a la pantalla y acomodo mi tapete en primera fila. Saco mis palomitas y mi cobija e invito a Amaranta a sentarse junto a mí. Echo un vistazo a mi alrededor, del lado izquierdo del público alcanzo a ver a Adri, cubriéndose del frío con su bufanda. Seguro está pensando en lo mal que la noche le hará a su alergia. “¿Esa no es Ana?”, me dice Amaranta mientras señala a una joven recostada en el pasto a nuestra izquierda.
Ana voltea y nos saluda, sonriendo. Sí, es ella.
Las imágenes en la pantalla me hacen ir y venir entre recuerdos. El 2021, la pandemia, el encierro, la sensación de haber perdido el mundo y de que el mundo me había perdido a mí.
Una bici, un casco, mis amigas. Nuestras risas atravesando la ciudad para llegar al Zócalo y encontrarlo repleto de barcos de papel. En medio de la plancha, un barco de tela gigante. Brochas, trazos, un anuncio: La Gira Zapatista Va.
Para recaudar dinero, organizamos rifas, para denunciar el racismo institucional, hicimos campañas en redes, para conectar con colectivos del otro lado del océano, lanzamos nuestro canal de Youtube. En medio de la pandemia, reactivamos la red.
(Un barco surca el océano
y en su viraje,
hace surcos
nuestra imaginación.)
Diciembre del 2023, treintavo aniversario del EZLN. Niñxs zapatistas juegan con sus triciclos frente al escenario. “¿Te imaginas que, en una de esas, salimos en el documental?” le digo a Amaranta.
(Compañerxs bases de apoyo zapatista recorren el evento entre visitantes de todo el mundo. De pronto, entre el bullicio, aparece Amaranta.)
“¡Xavie, soy yo!” Sonreímos.
Ya son diez años desde la primera vez que escuché a un profesor de historia mencionar al EZLN. A pesar de que nací en 1998, fue hasta el 2015 que me enteré de la existencia del movimiento. El profesor mencionó al EZLN de paso, sin detenerse; sin embargo, ese instante cambió mi rumbo. La mención se convirtió en pregunta, la pregunta en camino y el camino en sueño compartido.
Y aquí estamos un miércoles de abril del 2025 a las 8 de la noche jóvenes, niñxs y adultxs, de diferentes clases sociales, géneros, colores, orientaciones sexuales e identidades de género, reunidos en las Islas de la UNAM para mirar Los sueños que compartimos de Valentina Leduc Navarro (México, 2025), como parte de la 20° Gira Ambulante. El documental entrelaza la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional con la del Concejo Indígena de Gobierno y la de resistencias a nivel global. La fotografía de Juan Carlos Rulfo aparece como un entrar y salir en ventanas que se abren y se cierran, vistazos a lo que el Escuadrón 421 y su contraparte, la delegación aerotransportada, presenciaron en su Travesía por la vida en el 2021. Las imágenes nos mueven al terreno de la imaginación, a esa ensoñación enlodada que encuentra formas inéditas en el hacer.
Mirar la película, sí, pero de paso, mirarnos y en el gesto, recibir la certeza de que somos y hacemos esos sueños que nos sostienen.
(Un policía alemán alcanza la ventana de una casa de madera construida en la copa de un árbol en el bosque de Hambach en Alemania. Dentro de la casa, un par de mujeres se resguardan ante la amenaza de desalojo. Viendo que el policía está por alcanzarlas, pegan sus manos con resistol a la ventana de la casa. “Estas manos defenderán lo que construyeron” afirma, valiente, una de las jóvenes.)
Si todo está perdido, ¿por qué defenderlo?
El escuadrón 421, conformado por compañeras, compañeros y unoa compañeroa base de apoyo zapatista, cruzó el océano atlántico de Yucatán hacia Vigo 500 años después de la supuesta Conquista de América.
En Alemania, el bosque de Hambach fue defendido durante años por jóvenes que vivían en casas de madera en las copas de los árboles. El bosque y los jóvenes resistieron contra la transnacional alemana Rheinisch-Westfälisches Elektrizitätswerk AG (RWE), que buscaba destruir en su totalidad el bosque para seguir operando la mina de lignito a cielo abierto. En el documental vemos a compañerxs zapatistas subir con equipo de escalada hasta las cimas de los árboles, trasladándose en vertical, por la geografía de los sueños.
El bosque fue destruido, pero también, fue defendido por rebeldes que compartieron un sueño y la voluntad para sostenerlo.
En México, los pueblos Cholultecos cerraron los pozos millonarios de Bonafont y recuperaron el agua para sus comunidades y los volcanes. Altepelmelcalli, la casa de los pueblos, fue desalojada por la policía estatal y la Guardia Nacional; no obstante, los pozos permanecen cerrados y la casa resurgió en otro lugar.
(En medio de la tormenta,
lo inesperado hace [¿o es?]
la historia .)
Atestiguamos.
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Reformulación de la frase del historiador Ariel Rodríguez Kuri en:
Rodríguez, Ariel (2003). “Los Primeros Días. Una explicación de los orígenes inmediatos del Movimiento Estudiantil de 1968”. Historia mexicana, no. 1, vol. 53, p.223.
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